La maternidad es la experiencia humana más universal. Todas las personas hemos sido gestadas, hemos sido esa criatura en el vientre materno, y la misma que ha necesitado de los cuidados y el amor de una madre. Pero, ¿está la maternidad tan valorada como se merece? ¿Es un tema de interés social? ¿Está apartada como algo que solo interesa a la madres y a las mujeres?

Cada vez más voces se niegan a sobrevivir a la experiencia de la maternidad en soledad y en silencio, así lo asegura la psicóloga clínica, Marta Fernández, en su libro ‘Maternar a voces’ (editorial Libros del Nido). En él trata de componer un diálogo que expone, mediante las voces de distintas mujeres, todo el proceso de la maternidad, desde el deseo, hasta la crianza. Sus testimonios nos ayudan a vertebrar la maternidad como algo mucho más heterogéneo en el que no caben mitos ni clichés.

El reto de ser madre ahora

-¿Qué es ser madre en nuestro siglo? ¿A qué retos nos enfrentamos las madres que no tuvieron nuestras madres o abuelas?

-El proceso de ser madre se ha transformado de forma muy importante. Quizás la transformación más esencial es que ahora, mucho más que antes, no ser madre es una elección. Esto es indudablemente una cosa buena, pero también reviste la maternidad de muchísima soledad: “tú has elegido esto, ahora no te quejes”.

Además la forma en la que vivimos en pisos, en ciudades, muy aisladas de nuestra posible comunidad, con muy pocos apoyos, mientras además cuestionamos los que tradicionalmente, de una forma u otra han estado ahí, como el marido o la familia de origen convierten a la maternidad en una prueba de obstáculos en solitario que se suma a la lista ya interminable de cosas que las mujeres tenemos que hacer perfectas para ser buenas: ser buenas madres, esposas, trabajadoras, amigas, guapas, delgadas, jóvenes…

También veo que hay un problema clarísimo con las expectativas. Por un lado, socialmente se ha querido poner en valor la maternidad y el vínculo con los hijos, pero se ha hecho a través de un borrado de toda la dificultad que entraña. Para ello se presenta la crianza respetuosa como salvación final sin entender que poder criar respetuosamente tiene muchos requisitos, de tiempo, de salud mental, de clase y que hacerlo sin apoyos es prácticamente imposible.

-Habla de maternidad y crianza como toda una revolución. ¿Por qué lo consideras así?

-La maternidad y la crianza suponen desafiar muchos de los mandatos sociales. Bajarnos del sistema productivo para poner en valor los cuidados y los vínculos es un acto revolucionario y de transformación social. Las mujeres a lo largo de la historia siempre hemos cuidado pero lo hemos hecho - y lo seguimos haciendo- en condiciones muy difíciles, ahora cada vez hay más voces poniendo en alto la injusticia que ocurre y la importancia de hacer las cosas de forma diferente.

Yo creo que socialmente se está dando poquito a poquito un cambio, nos queda mucho, pero se está discutiendo de la importancia de cuidar el proceso materno, se está comenzando a poner, quizás no en el centro, pero en algún lugar de la discusión social y eso tal vez permita que criemos en mejores condiciones lo que sin duda tendrá consecuencias muy importantes socialmente.

El deseo de ser madre

-En este libro te acompañan más de 20 madres y padres: ¿qué dudas e incertidumbres son las más comunes?

-Las personas que quieren hacer las cosas bien tienen muchas dudas, pero también me encuentro que una vez aterrizados en la maternidad la duda se convierte en una compañera de viaje no tan amarga como el enfado y la frustración. Eso es lo que más me encuentro, mucho enfado hacia las condiciones en las que ocurren estos procesos y mucho deseo de que puedan cambiar.

-Hablas en el libro del deseo de ser madre, en esta nueva ecuación de la maternidad a veces no puede satisfacerse. ¿Pasa más de lo que debería?

-Las mujeres no podemos elegir los hijos que tenemos, no hemos podido hacerlo nunca. Creo que esto es una cosa importante de la que casi no se habla. El discurso con el que crecemos es el de que tendremos los hijos que nos dé la gana. Y de hecho, cuando una mujer empieza a cumplir años: 30, 35, 40 comienza una persecución: ¿es que no quieres tener hijos?
Hay mujeres que simplemente no quieren y es absolutamente respetable, yo a veces digo medio en broma, medio en serio, que si realmente evaluáramos dónde nos estamos metiendo quizás nadie los tendría. Pero también hay otras muchas que sí quieren y no pueden tenerlos o que quieren hacerlo en unas condiciones concretas (con pareja, con menor precariedad económica…) y estas condiciones pueden no llegar a cumplirse nunca.

Tenemos una concepción muy pobre del deseo, en el mundo en el que vivimos de “si quieres, puedes” la complejidad del deseo genésico queda fuera de la discusión. En el deseo de ser madre se entremezclan componentes biológicos y sociales con la historia de vida de la persona que se enfrenta a la maternidad y sus circunstancias personales y a veces si quieres no puedes o no quieres pero terminas pudiendo.

-Parece incuestionable que la maternidad tiene muchas voces, que no podemos encasillar a las madres. Por ejemplo, no todas las embarazadas disfrutan de su embarazo…

-Evidentemente la experiencia materna es infinitamente diversa. A veces algunas personas cuando hablan de mi libro me dicen que es interesante porque explora maternidades muy diversas y yo tengo la sensación de que es todo lo contrario. Explora maternidades muy similares, en general mujeres de clase media, españolas, sanas… lo que ocurre es que incluso en esta homogeneidad existe muchísima diversidad en la experiencia.

Que esto nos siga resultando sorpresivo creo que tiene que ver con que seguimos sin ser muy capaces de escuchar la complejidad de las demás ni de crear espacios de diálogo.
De hecho, este libro surge de escuchar la necesidad de muchas madres de tener más espacios de diálogo, de poder compartir con otras lo que les estaba sucediendo, porque estos espacios no existen.

La vivencia del embarazo y el parto

-Lo que sí es cierto, es que las embarazadas (en su mayoría) están mucho más acompañadas y controladas que nunca. Tanto que muchos partos están medicalizados. ¿Hay menos partos naturales ahora que antes?

-La posibilidad de acceder a controles médicos durante el embarazo y asistencia sanitaria en el parto es una cosa buena y necesaria. De hecho, en los lugares que no los hay la mortalidad infantil y materna son grandísimas. El problema es que nos hemos olvidado de lo que ya hacíamos bien antes de instaurar todo este modelo médico, que es el acompañamiento emocional y espiritual de las mujeres en esta etapa. En esta instauración del modelo médico se ha olvidado a la mujer, su agencia y su salud mental y física más allá de la mera supervivencia. De nuevo, quiero pensar que esta visión más holística se está recuperando, pero es cierto que se han normalizado algunos procedimientos médicos que medicalizan los procesos de parto a veces innecesariamente con consecuencias para la salud física y mental de la madre y de los bebés.
La OMS suele regañarnos periódicamente por el número de episiotomías y cesáreas realizadas, por ejemplo.

-Parece que cuando la madre ya tiene al bebé en sus brazos tiene que olvidar todo lo demás. ¿Este tipo de mitos, hacen que pasemos por alto casos de violencia obstétrica como comentas?

-La violencia obstétrica en España está a la orden del día y hace que muchas mujeres vivan su preparación al parto y su parto con miedo y desconfianza del sistema de salud. Tenemos que conseguir un entorno en que las mujeres puedan confiar plenamente en que los procedimientos médicos a los que van a ser sometidas son necesarios y adecuados y que además van a ser informadas de ellos.
A las mujeres no se les olvida la violencia obstétrica cuando la viven con independencia de si tienen ese “enamoramiento” con su bebé en el primer momento o no. Lo que pasa es que muchas no tienen la capacidad para hacer nada con ese recuerdo doloroso.

Cómo te transforma La maternidad

-Dices en tu libro que el parto es mucho más que una experiencia inolvidable. ¿Cómo de transformador es para la mujer?

-El parto ya sea un parto vaginal o una cesárea es un punto de inflexión en la historia vital de la mujer, porque además, normalmente a partir de ese momento tiene un bebé (o más) del que ocuparse. A mi me gusta ver el parto como un proceso fisiológico, pero también como un proceso psicológico y espiritual, creo que muy pocos otros procesos que ocurren en una ventana de tiempo tan pequeña pueden transformar tanto la vida de una persona.

-Luego del embarazo viene la etapa más difícil y de la que menos se habla: el postparto. ¿Qué pasa en esta etapa? ¿Por qué en un momento tan importante hay tantas madres que dicen sentirse tan solas?

-El posparto es una etapa en la que esta transformación profunda que comienza en el parto se hace patente. Hay cambios físicos y fisiológicos muy importantes, a veces también hay que lidiar con consecuencias derivadas del parto y todo esto suele ocurrir a la vez que hay que ocuparse de una nueva vida. En este momento la diversidad de la vivencia es enorme: hay mujeres que están encantadas de pasar esos días con sus bebés, les aman y se encuentran razonablemente bien, hay otras que tienen dificultades para vincularse o para cuidar, hay mujeres que comienzan a duelar la vida de no madres que dejan atrás… También ocurre que muchas viven este proceso con desconcierto porque no es la realidad que se suele mostrar de esta etapa.

En el posparto no siempre hay un bebé vivo, creo que también es importante que visibilicemos esta parte. Las madres que han dado a luz a un bebé que no van a poder cuidar mucho tiempo también son puérperas y necesitan cuidado y acompañamiento.

El peso de la crianza

-¿Cuál es el papel que ocupan los padres? ¿Cómo está cambiando la paternidad?

-Los hombres también están viviendo una transformación importante de lo que implica la paternidad. Durante mucho tiempo han sido meros acompañantes del proceso femenino con mayor o menor participación y también durante un tiempo a las mujeres parecía que esto nos era suficientemente bueno. Ahora ya no es así, queremos que los padres, que en muchas ocasiones son también nuestras parejas, nos acompañen en el proceso y se hagan cargo tanto como nosotras mismas, sin embargo esto no suele ser así y genera mucha frustración.
Yo tengo también una mirada compasiva hacia los padres que quieren transformar el papel que han tenido los hombres históricamente en la crianza pero tienen dificultades porque ellos mismos no han vivido, en muchas ocasiones, esos cuidados por parte de sus propios padres.

-La madre sigue llevando el peso de la crianza, que compagina con su vida laboral y su vida personal (a la que dedica cada vez menos tiempo). En la mayoría de los casos se habla del preocupante estado de salud mental de las madres. ¿Qué está pasando y qué podemos hacer?

-Cuidar de la salud mental de las madres es algo que como sociedad debería ser una absoluta prioridad, porque la salud mental de las madres impacta directamente en la de los hijos e hijas. Durante mucho tiempo esto ha resultado prácticamente una acusación hacia la figura materna, en cuanto había un problema con los hijos se miraba a las madres a ver qué estaban haciendo mal. Sin embargo, la salud mental de las madres es una responsabilidad social. Las madres necesitan mayor apoyo institucional, mayor apoyo social y una mayor accesibilidad a recursos personales.
A nivel individual la traducción pasa a ser algo así como: más red de amigas y comadres que nos sostengan en el proceso, mayor apoyo de los padres y otras personas implicadas en la crianza, y la legitimidad para utilizar los recursos que necesitemos en cada momento (poder ir a terapia, pasar una tarde solas sin niños…).
Yo encuentro que a veces, al estar tan volcadas en el cuidado de los hijos, a las madres les cuesta encontrar esos espacios para sí mismas y ahí hay una pequeña trampa que como psicóloga utilizo que es:“Mira, mi objetivo es que este cuidado hacia ti lo puedas hacer para ti misma, pero si ahora no puedes, te pido que lo hagas por tus hijos, porque tu salud es la suya”.