A Lucía Galán se la conoce como Lucía Mi Pediatra en redes, donde tiene casi 1 millón de seguidores. Es una de las pediatras más reconocidas de España y cuenta con ocho libros publicados actualmente, algunos muy conocidos, como Lo mejor de nuestras vidas o Eres una madre maravillosa. Además, es miembro del Consejo Asesor de UNICEF y fundadora del Centro Creciendo, que atiende todo lo relacionado con los cuidados y la salud de las familias.

Ahora publica un nuevo y curioso libro con el que quiere derribar algunos de los mitos más conocidos sobre la salud física y mental de los niños y las familias. Con Los virus no entran por los pies(Editorial Planeta) aborda desde cuestiones  como las infecciones, la alimentación y el neurodesarrollo a temas como el sueño, las vacunas, la salud mental o el bullying. En él podemos conocer algunos de los casos más peculiares a los que ha hecho frente en sus más de 20 años de experiencia como pediatra.

-En tu último libro descubrimos algunos mitos y enseñanzas populares que se han transmitido erróneamente de una generación a otra. Nos damos cuenta de que en torno al bebé hay muchísimos. ¿Por qué hay tanta desinformación en esta etapa tan crucial de la vida?
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Estos mitos y creencias se transmiten en un momento de máxima vulnerabilidad donde eres inexperta en todo, eres joven, tienes tu primer hijo, tienes miedo. Y, cuando entra el miedo, este juega un papel fundamental y nos nubla. No tenemos esa capacidad que tenemos cuando somos mayores de ser más críticos… Por miedo a hacer las cosas mal, tendemos a creer todo lo que nos dicen.

-¿Cuáles son para ti los mitos a derribar urgentemente en la primera etapa de la vida? 
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Me remontaría a mucho antes y hablaría del mito del alcohol durante el embarazo. Es algo que seguimos viendo con mucha frecuencia y con comentarios tipo “por una copita de alcohol no pasa nada”. Y la realidad es que sí pasa y pasa todos los días.

Tenemos una entidad que se llama el trastorno del espectro alcohólico fetal que se produce en 9-10 casos por cada 1.000 recién nacidos vivos. ¿Y esto qué es? Son niños que nacen con trastornos del neurodesarrollo, trastornos de comportamiento, discapacidad intelectual. Pueden nacer con trastornos auditivos, cardíacos, renales, trastornos psiquiátricos a medida que van haciéndose mayores… Y, como no hay ninguna prueba que determine que tienen este trastorno, pues se asume que forma parte de la vida. Y lo que las familias deben saber es que está relacionado con el consumo de alcohol en el embarazo. De hecho, la evidencia científica nos dice que no hay un consumo de alcohol mínimo que podamos garantizar, es decir, que cualquier cantidad de alcohol puede provocar este daño en los bebés. 

-La lactancia también está llena de mitos: desde “tu leche ya no le alimenta” hasta “la lactancia cada tres horas”. ¿Cuál es para ti uno de los peores?
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La lactancia, junto con las vacunas, son las reinas de los mitos. Siempre hay algún experto/a en el tema. Por ejemplo, el mito de la “leche está aguada y no le alimenta”. Es un mito que hace que muchas madres, en un momento de mucha vulnerabilidad, abandonen la lactancia materna por temor a que sus hijos no ganen peso. Hoy sabemos que eso no es cierto, que estando la madre en un estado de salud óptimo, la leche siempre es buena, y siempre lo es, ya sea a los dos días de nacer el bebé como a los 2 años: no va perdiendo cualidades a medida que el niño va creciendo. La leche es igualmente nutritiva. 

-Y, sobre el frenillo, ¿qué mitos son los más comunes?
-Nos encontramos muchas veces con madres bien informadas que tienen problemas con la lactancia, que tienen una lactancia dolorosa, que saben que eso es un motivo para consultar al profesional, porque la lactancia no debe doler, y se encuentran cuando lo hacen con un profesional que les dice que “lo del frenillo es una moda más”. Pues no, no es una moda más.

Ni todas las lactancias defectuosas se deben a un frenillo, ni el frenillo es una nueva moda a la que las madres jóvenes se acogen. La anquiloglosia, que es como se llama, es una entidad que presentan algunos niños, y los profesionales sanitarios debemos estar formados para poder tratarla adecuadamente, porque es un motivo muy frecuente de abandonos de lactancia materna, y sobre todo, de sufrimiento. Considero que no tenemos la formación suficiente en lactancia materna, y que muchos de los bulos han nacido de las propias consultas de los sanitarios. Debemos de hacer autocrítica y ponernos las pilas: nuestras pacientes lo merecen. 

-Hemos perdido mucha información de abuelas a nietas en torno a la lactancia. ¿No crees? 
-El problema que estamos viendo ahora mismo es que las mujeres de mi generación, y muchas madres de ahora, vienen de generaciones (nuestras abuelas) que no les dieron lactancia materna. En los años 70 y 80 hubo una caída importante de la lactancia materna, y la inmensa mayoría de mujeres daban biberón a sus hijos. Muchas de nuestras madres no pasaron por la lactancia materna, y por eso esa sabiduría popular y el efecto de la tribu se perdió. De ahí que muchas abuelas se pongan nerviosas y digan “pero dale un biberón, que por uno no pasa nada, que tiene hambre…”. Nosotras somos la primera generación que podremos acompañar a nuestras hijas en la lactancia materna, porque tenemos la formación y la experiencia.

-La alimentación infantil está llena de mitos también. ¿Cuáles son para ti los más dañinos? 
-La alimentación infantil ha cambiado mucho en los últimos años, ya no son tanto los mitos, sino que han cambiado las recomendaciones y esto genera mucha desazón en las familias. Por ejemplo, con los frutos secos, hace años se decía que no debían consumirlos hasta los dos años, y ahora desde los seis meses se recomiendan molidos. Es verdad que puede generar desconfianza, pero la ciencia no es algo estático: avanza, y va progresando. Lo que se sabe ahora no se sabía hace 15 años. Ahora sabemos que, a partir de los seis meses, no solamente no es perjudicial la introducción de los frutos secos molidos, sino que además es beneficioso, porque ayuda a prevenir las alergias a los frutos secos. En trocitos o enteros, a partir de los 5 años. 

-¿Y muchas otras cosas que se hacían antes y que ahora no se recomiendan? 
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Pues, por ejemplo, antes cuando los niños empezaban a masticar se recomendaban las salchichas tipo frankfurt. Además de ser un ultraprocesado, cuyo consumo habitual sabemos ahora que aumenta el riesgo de más de una docena de enfermedades, las salchichas cortadas en rodajas son una de las principales causas de atragantamiento y asfixia en los niños. Se desaconseja su consumo, pero si se consumen, deben estar cortadas a lo largo. Y lo mismo con las uvas. 

-Sabemos que no es bueno dar azúcar a los niños, pero también hay presión social y muchos mitos...
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Lo de darle galletas a tu hijo porque el cerebro necesita azúcar es otra de las leyendas urbanas. El cerebro necesita glucosa y la obtiene en las frutas, verduras, en las hortalizas… No necesitamos azúcares añadidos. El paladar de los niños es algo que se educa; si tú, desde pequeño, le compras yogures azucarados, gelatinas, natillas, etc. estás provocando en ese pequeño cerebro una selección de sabores intensos y extradulces. A la larga esos niños rechazan las verduras y las hortalizas porque les resultan insípidas. 

-¿Se alimentan mejor o peor los niños ahora?
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Mi percepción personal es que hay más información, pero si vamos a los datos vemos que el 40% de nuestros niños tienen sobrepeso u obesidad. Y esto no es solamente que los niños tengan unos kilos de más, es que los niños con obesidad tienen más riesgo de bullying, de depresión, de ansiedad, de diabetes mellitus, e hipertensión arterial… Hay mucha más información, pero también hay ultraprocesados que antes no había. Ahora vemos cómo chavales de 18 años tienen enfermedades como la diabetes de tipo 2, que son enfermedades que antes las veíamos en adultos muy mayores.

-Otro de los mitos que tú derribas en el libro es el de “dormir como un bebé”. Los bebés se despiertan muchas veces… 
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Esta expresión ha hecho un daño tremendo, porque los bebés no duermen toda la noche. A diferencia de nosotros, que tenemos un ritmo circadiano que permite que nuestro cuerpo se reinicie cada 24h y podamos dormir 7 horas seguidas, ellos tienen un ritmo ultradiano que hace que se despierten cada dos o tres horas. Y es lo normal y es necesario que su cerebro funcione de esta manera para mantenerse con vida.

Cuando tú les explicas a los padres que los niños no tienen un sueño normal hasta los dos años, te dicen “esto podría haberlo sabido antes”, porque llevo dos años luchando para que duerma toda la noche seguida. Es como pedirle a un niño de siete meses que camine. 

-El sueño en la adolescencia también es un gran desconocido lleno de mitos y leyendas. ¿Qué ocurre en esta etapa?
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En la adolescencia se produce algo que llamamos “el retraso de fase”, es decir, se retrasa hasta una hora y media el momento de irse a la cama. No lo hacen porque quieran, sino porque su cerebro funciona así.

Además de cambiar la voz, de salirles más vello, del cambio en los genitales, en esta etapa también sufren cambios en el sueño. Se despiertan temprano, o incluso antes, porque hay institutos que adelantan la hora de entrada. Los datos dicen que tienen un déficit crónico de sueño, porque no se ha tenido en cuenta su neurobiología y sus necesidades de descanso. Este déficit de sueño hace que durante el día estén más cansados y que baje el rendimiento escolar. 

-¿Lo soluciona una siesta?
-Por eso tienen precisamente necesidad de echarse una siesta. Pero si duermen una o dos horas, aún retrasan más la hora de irse a dormir. Y, si salen el fin de semana, se produce un ‘jet lack’ que no terminan de recuperar hasta el miércoles.

-También son peligrosos los mitos relacionados con la salud mental de los niños y adolescentes. Tendemos a pensar que ellos no sufren depresión, ansiedad, etc., pero no es así, ¿verdad?
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La realidad es que la gente piensa que los niños siempre son felices y es la mejor etapa de la vida, pero la realidad es bien diferente. La realidad es que entre un 10% y un 20% de nuestros niños tienen un trastorno de ansiedad, o pueden tener depresión, suicidios, autolesiones… De hecho en 2021, fallecieron más jóvenes por suicidios que por cáncer.

Deberíamos poner la salud mental de los niños al mismo nivel que cualquier otro problema de salud. Me preocupa mucho más que uno de mis hijos tenga un problema de salud mental que que tenga fiebre. Ahora se habla de la salud mental en adultos, pero los padres tienen que saber que los niños y los adolescentes también sufren trastornos emocionales y que, cuando pronostican de forma precoz, su evolución va a ser mucho mejor que si llegan a la edad adulta sin haberlos tratado.