¿Cuántas veces engullimos la comida para poder llegar a tiempo al trabajo, o comemos de tupper frente el ordenador sin mirar ni apreciar aquello que pinchamos con nuestro tenedor? ¿Cuánta atención le prestamos a la comida cuando, valga la redundancia, estamos comiendo?

La digestión de los alimentos empieza en nuestra boca, donde segregamos ptialina, una enzima de la familia de las amilasas que se encuentra en nuestra saliva, encargada de empezar a deshacer los azúcares.

Cuanto más deshechos llegan los alimentos a nuestros intestinos, más capacidad de absorción de sus nutrientes. En mis estudios en la clínica de la Dr. Anne Wigmore en Puerto Rico, aprendí que nuestro sistema digestivo solo es capaz de absorber aquello que entra en contacto con la superficie de las paredes intestinales, así que cuanto más pequeñas son las partículas de la comida que ingerimos, más fácilmente se digerirán (romperán en moléculas más pequeñas) y más nutrientes vamos a absorber.

En teoría, en una situación óptima, deberíamos masticar la comida entre unas 25-40 veces antes de tragar. Recuerda que ¡NUESTRO ESTÓMAGO NO TIENE DIENTES! Cuanto más facilitemos el proceso de digestión, mejores digestiones tendremos. Fíjate que, en momentos de estrés y ansiedad, tragamos la comida sin apenas triturarla con los dientes, esto estresa aún más a nuestro sistema digestivo, empeora nuestro estado de salud y bajan nuestros niveles de energía.

Recuerdo que en el Instituto de Puerto Rico hacíamos ejercicios para despertar la consciencia: masticábamos una cucharada de batido verde ¡durante un minuto y medio! Realmente es una experiencia reveladora, te das cuenta de que no necesitamos tanta comida para alimentarnos y sentirnos llenos. Con cada mordisco aprecias todos los sabores de la mezcla, identificas cada uno de sus ingredientes y con medio bol te sientes más que lleno y nutrido.

Cuando estamos comiendo y nuestro cuerpo ya ha recibido la energía suficiente, el tejido adiposo/graso segrega la hormona leptina, conocida como hormona reguladora del hambre. Ésta, al llegar a sus receptores del hipotálamo, hace que experimentemos saciedad. Es entonces cuando nos sentimos llenos y paramos de comer. Este proceso toma su tiempo, hasta unos 10 minutos, así que si no dejamos espacio para masticar y tragamos directamente… ¡cuánta comida podemos ingerir en 10 minutos! Lo cierto es que muchas persona que padecen de obesidad tienen el circulo de la leptina alterado y su organismo es resistente a ella, por lo tanto, nunca se sienten saciados.

Así que aquí van algunas recomendaciones para hacer que nuestras digestiones sean mucho más fáciles, ligeras y para que no nos roben energía:

1. Mastica, mastica y no dejes de masticar. Debemos masticar incluso las bebidas, zumos y batidos. Todo debe mezclarse bien con la saliva para facilitar la digestion de los azúcares.

2. Prepara el cuerpo para comer. Relájate y toma consciencia de que vas a nutrir el cuerpo. Respira, pon las manos en tu estómago, visualiza y prepáralo para recibir la comida. Huele la comida antes del primer bocado y así empezarás a despertar tus glándulas salivares y enzimas digestivos. Sé agradecido por la comida que tienes en el plato.

3. Come en un espacio con harmonía y tranquilidad. Los restaurantes de comida rápida serían el contrario de esta recomendación. Un ambiente con demasiado movimiento y ruido no favorece para nada la digestión. Si la energía del sitio es estresante, tu comida también habrá sido preparada bajo la misma circunstancia. Lo mismo pasa si te sientes con ansiedad o estás enfadado, tu cuerpo no asimilará bien los nutrientes y te sentirás hinchado.

Así que para terminar el artículo me gustaría compartir dos reflexiones:

• Siempre que comemos deberíamos repetirnos el mantra que la Dra. Wigmore nos enseñó: «Todo aquello que como crea Salud y Harmonía en mi».

• Si buscamos su parte más espiritual, comer es una ceremonia muy poderosa y sagrada de la vida, y como tal debe ser respetada.